miércoles, 18 de enero de 2012

Obras completas (y otros cuentos)

Cada año hacia mediados de diciembre un grupo de incondicionales, algunos llegados desde lugares tan alejados como Salamanca, nos reunimos para celebrar nuestra particular versión de la Navidad. En esas ocasiones no falta nunca un extraño ritual conocido como "el amigo invisible y ciego". Todos recibimos un regalo y todos hacemos un regalo, aunque hasta el último momento no sabemos a quién. La filosofía tras semejante intercambio es elegir con cuidado algo que puede acabar tocándote a ti mismo (reconozco que como resultado de un cuidadoso, y a veces cruel, proceso de ensayo-error...).

No revelaré lo que regalé yo este año, pero el regalo que recibí, lo habréis adivinado ya, fue este libro, y le agradezco desde aquí a ese amigo "desconocido" que me presentara a Augusto Monterroso.


Tarde llego a la obra de este autor, conocido como el maestro de la microliteratura en lengua española (tan micro que os recomiendo que, aunque no leáis el libro, busquéis un cuento suyo llamado "El dinosaurio"). En mi descargo sólo puedo argumentar que los cuentos no son uno de mis géneros favoritos. Debo decir que últimamente estoy intentando remediar esa cuestión y me he paseado por una bonita colección de Cuentos fantásticos del romanticismo alemán editada por Valdemar Gótica y recopilada por José Rafael Hernández Arias, pero como la norma número dos de este blog es no contener reseñas retroactivas, vuelvo al estupendo librito que me ocupa.


Reseñar un libro de cuentos sin decir demasiado ni demasiado poco es todo un reto, así que empezaré despacito, por ejemplo con el título, que destila, ya para empezar, una ironía que va a ser la marca de clase de la prosa que maneja este guatemalteco ilustre.

Los trece cuentos que componen la obra me han llevado del ronzal por todo un muestrario de experimentos literarios que casi se leen solos: desde el que fue hasta 2005 el cuento más breve escrito jamás en castellano, pasando por un relato sin un solo punto, hasta un prodigioso juego de malabares con la perspectiva del narrador. Con un estilo ágil y como digo, extremadamente irónico, consigue hilvanar el rosario de miedos, frustraciones, hipocresías e inseguridades del género humano sin abandonarse a la demagogia o al despelleje general, sino con un tono de crítica resignada. Los personajes de Monterroso no son malos, son lo que se han conformado con ser.

Con un contenido que da miedo de tan actual (el libro es de 1959 pero si alguien es capaz de leer "Uno de cada tres" y no pensar al momento en las redes sociales, ¡espero su comentario encarecidamente!), cuenta la historia de personas que están donde no quieren estar convenciéndose a diario de que sí quieren. Las fibras que hace vibrar Obras completas (y otros cuentos) son desde luego multitud, pero como ni que decir tiene que cada cual habla de la feria según le fue en ella, yo os dejo semiparafraseando a Demócrito: "El posponer indefinidamente las cosas, lleva a menudo a no hacerlas".

En cualquier caso, una obra de esas que se pueden leer por el simple placer de recrearse en una prosa magistral.


Próximamente en este blog: Nostromo de Joseph Conrad


Pasen y lean...

lunes, 16 de enero de 2012

La biología de la creencia




Éste es el típico libro que si hubiera encontrado en una librería no habría comprado nunca. Debo admitir que tanto la portada como el subtítulo (La liberación del poder de la conciencia, la materia y los milagros) hacen saltar todos mis warnings anti-libros-de-autoayuda-barata. Afortunadamente (con un pequeño adverbio ya desvelo el final de esta reseña) llegué hasta él de una forma bastante más tortuosa y de nuevo la lectura derrumbó mis prejuicios a su paso .


No suelo leer La Vanguardia más que en situaciones de emergencia (léase: tomando un café a solas sin nada para leer y ni siquiera un bolígrafo para garabatear pensamientos en una servilleta). Cuando lo hago, mi sección favorita es La Contra, la entrevista de contraportada que protagoniza las más de las veces gente bastante peculiar e interesante. En una de esas ocasiones el entrevistado era el doctor Bruce Lipton, biólogo pionero en la investigación sobre células madre. La entrevista me llamó tanto la atención que busqué el libro y hasta se lo regalé a mi amigo Vlaisnut (ya os hablaré en alguna otra ocasión de lo mucho que me lo pienso antes de regalar un libro...).


Empezaré por decir que me ha gustado mucho. En lo que parece una corriente cada vez más frecuente entre los científicos, Lipton se atreve a cuestionar una ciencia demasiado dogmática y a recorrer el camino menos frecuentado. Todo ello con una metodología rigurosa basada en la experimentación y expresada en términos de biología celular, pero con un lenguaje lo suficientemente ameno como para llegar hasta el lector (en sus escarceos con la física cuántica quizá se pasa un poco de ameno, pero no me voy a poner en plan purista que éste no es el sitio). Una norma estricta de este blog va a ser no destriparle a nadie un libro que aún no haya leído, prefiero que cada cual lea y extraiga sus conclusiones, pero permitidme que haga una sinopsis inocente de lo que me ha sugerido a mí.

La biología de la creencia propone una alternativa al determinismo genético. En otras palabras, el entorno es vital para la activación de la programación genética o, parafraseando a William E. Henley "I am the master of my fate, I am the captain of my soul". Las implicaciones son brutales. Cambiando la programación podemos cambiar quiénes somos, cómo reaccionamos y qué vida vivimos. Nadie está condenado a padecer tal enfermedad, a lucir tal complexión, al éxito o al fracaso. Vamos, la liberación definitiva del "es que yo soy así".

La pregunta del millón, por supuesto, es como cambiar esa programación, y aunque Lipton no la ofrece (ni desde luego la promete), me parece que llegar a convencerse de que es posible hacerlo es el primer paso hacia una libertad absoluta. Mi estado de ánimo, mi forma de ser, incluso mi salud dentro de diez años, las defino yo a partir de hoy. Fuerte ¿verdad?


En el lado negativo quizá esa manía de los divulgadores americanos de contarte su vida con pelos y señales, aunque en este caso de una forma bastante comedida (para muestra varios botones: The cave and the cathedral de Amir Aczel, o llevándose la palma, Biocentrism de Robert Lanza), y el talante publicitario de los apéndices que, sin embargo, no mina el valor final de una obra que me gustaría resumir en una frase del propio autor: "Eres personalmente responsable de todo lo que te ocurre en la vida una vez que eres consciente de que eres personalmente responsable de todo lo que te ocurre en la vida". Sin duda alguna un libro que recomiendo para los que no teman mirar desde un punto de vista diferente.


Próximamente en este blog: Obras completas (y otros cuentos) de Augusto Monterroso


Pasen y lean...

jueves, 12 de enero de 2012

¿Por qué otro blog?

Dada la saturación actual de la blogosfera y, todo sea dicho de paso, la sobredosis de información a la que estamos sometidos todos los días, parece poco probable que haga falta un blog más que hable de libros. Sí, de eso va a tratar La tienda de Koreander. El lector atento ya habrá adivinado la referencia...
Cuando leí por primera vez, hacia finales de los 80, La Historia Interminable de Michael Ende, me fascinó más que cualquier otra cosa el amor sin límite a los libros y la lectura que rezuma por todas partes la novela.
El protagonista, Bastian, un niño perseguido por los típicos pequeños y detestables matones que hay en todos los colegios, se refugia en la tienda del señor Karl Konrad Koreander, una vieja librería con estanterías cargadas hasta los topes de literatura y polvo. Para qué mentir, quise ser Bastian y, para mi sorpresa, unas páginas después me di cuenta de que en realidad ya lo era.

Así que en un muy humilde homenaje a la maestría de Ende que me descubrió que otros como yo tenían a los libros por compañeros de viaje, por amigos de los que duele despedirse, vaya este pequeño escaparate virtual.
Su propósito no puede ser menos original: colgar una pequeña y personal reseña de los libros con los que me voy tropezando; su pretensión no es otra que poner por escrito lo que me sugieren, me provocan y me hacen sentir cuando aún está fresco el eco de la última palabra.
Mi selección se alimenta por igual de sugerencias de amigos, regalos, intereses personales y casualidades, así que no puedo prever géneros ni calidades, pero eso también forma parte de la aventura de leer, ¿no?

En la época de los e-books, los que vivimos inmersos en la tecnología pero no estamos dispuestos a renunciar al tacto del papel, al olor de un libro nuevo, o de un libro viejo, a perdernos en una librería o a tener en casa estanterías como las de la tienda de Koreander, aún somo muchos.

Para todos, este blog...