lunes, 19 de marzo de 2012

The Amber Spyglass

Con los libros pasa igual que con las personas. Unos son vanos, superficiales, se leen rápido y no dejan tras de sí más que un leve rastro de su nombre. Otros prometen un mundo de posibilidades y dejan luego al lector con una sensación de vacío y frustración. Unos pocos,  en cambio, esconden más de lo que muestran y al irse desvelando sorprenden como el compañero que regresa, inesperado. Y, sólo de vez en cuando, alguno te retuerce las entrañas al hacerse un hueco en ellas para acompañarte durante el resto de tu viaje. Te muestra sus adentros y al hacerlo te señala de por vida, y tú, víctima complaciente, decides llamarle amigo.
Siempre dejo un espacio al final de un libro para reposarlo, meditarlo y saborearlo para escribir sobre él o para empezar a leer otro. Pero hay despedidas que duelen tanto que necesitan más tiempo. Recuerdos que no pueden rozarse siquiera sin abrir llagas. Sé que, pasada una espera prudencial, podré acercarme de nuevo con la estudiada cautela de un gato y poner en su sitio las piezas. He necesitado tres días para salir de la historia que cierra The Amber Spyglass. Y de repente, reseñarlo se me antoja una especie de Principio de Heisenberg Literario. Si lo pongo en palabras, pierdo su sentido.
Diría que Pullman ha estado más que a la altura. En un libro distinto de los anteriores, se atreve a bajar a los infiernos y salir vencedor del periplo. Se atreve a convertir a sus personajes en inocentes reflejos de Nietzche, se embarca en la metáfora del grano de mostaza y disimula luego como si jugara a escribir literatura juvenil. Y el lector, como una veleta en medio de un tornado, sólo puede seguir maravillado sus requiebros y rogar por favor que todo sea para bien.  
Ahora que el apocalipsis está tan de moda (aunque si me preguntaran a mí diría que lleva de moda más de mil años) y por aquello de que el mejor truco del diablo es convencernos de que no existe, la prestidigitación de His Dark Materials, esta trilogía que acaba por prender fuego al reguero de pólvora que va dejando desde el primer libro, es tentar al lector con el fruto del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal… Y al final, ya lo cuenta la historia, el lector se da cuenta de que ha estado desnudo todo el tiempo.
Próximamente en este blog: Stranger in a strange land, de Robert A. Heinlein
Pasen y lean…

domingo, 11 de marzo de 2012

The Subtle Knife

La lógica dicta que si decides escribir una historia con formato de trilogía, la calidad de los libros debería ir de menos a más para asegurar el fiel interés del lector. Por desgracia la experiencia sugiere un patrón distinto pues, tras unas cuantas trilogías, uno de los lugares comunes es que el segundo volumen suele ser el más flojo. Me gustaría poder decir que ésta que nos ocupa respondía a la lógica del in crescendo, pero una vez concluido The Subtle Knife, me acojo a la segunda hipótesis y espero encarecidamente que sea un caso de zozobra en el segundo eslabón.

Para poner las cosas en su justo lugar, no es que el libro sea malo ni mucho menos, simplemente es que no está a la altura de las ingentes expectativas que planta su predecesor en la mente hambrienta que lee. Reseñarlo en soledad es tan frustrante como intentar entender una respuesta sin conocer el enunciado de la pregunta. Pero uno esperaba, contra la inflexible estadística, que esta respuesta fuera igual de sugerente que la pregunta que formula The Golden Compass. Bien, no ha sido así, superémoslo y, sin caer en aquello de medir al hermano menor con el molde del mayor, intentemos analizar qué sobra y qué falta.

Que el personaje principal haya dejado de ser el portador universal del punto de vista, ha sido un golpe duro. Un nuevo personaje protagonista recoge su testigo y, a mi parecer, carece de la fuerza de la niña que sostiene el peso de la historia anterior sobre sus hombros. Aunque apunte maneras de cara al tercer episodio, eso no lo niego. La misma niña y su daemon (de nuevo, pasen y lean) se desdibujan aquí y se hacen subsidiarios de una trama que peca un tanto del abuso del Deus ex machina
Lo bueno, que lo tiene y mucho, es que el ritmo del libro se va acelerando a la par que la historia se desenvuelve, como un regalo de ésos tan perfectamente empaquetados que abrirlos da casi pena. Y lo que era una novela de aventura y fantasía va adquiriendo los tintes de algo mucho más profundo y trascendente. Algo que le hace a uno dudar aún más, si era posible, de su pertenencia al género de la literatura juvenil. Porque ese regalo que se esconde al final y que, espero, se corresponda a la riqueza del envoltorio, es algo oscuro y complejo no apto para los estómagos más sensibles.

The Subtle Knife (traducido como La Daga, ¿qué costaba -digo yo- añadirle un "sutil" al título en castellano?) no ha sido llevada al cine. Parece que la intención era filmar toda la trilogía y que de momento el proyecto está parado, unos dicen que por la mala respuesta que recibió la primera película, otros se apoyan en una teoría del complot que no puedo desvelar sin hablar de más de la trama. Baste esto sin embargo como prueba, de que los conceptos que maneja Pullman tienen su enjundia y pueden molestar a más de un lector no avisado.  

Como ya dije, accedí a esta trilogía en un solo paquete, pero aunque no hubiera sido así, después de leer esta segunda parte, por mucho que me haya decepcionado un poco y que hubiera deseado que no fuera tanto un trámite, no podría dejar de buscar y devorar el tercer volumen. Demasiadas piezas están sobre el tablero como para no querer saber cómo acaba la partida y si su creador está a la altura del desafío que él mismo se ha lanzado.   

Próximamente en este blog: The Amber Spyglass, de Philip Pullman

Pasen y lean...

domingo, 4 de marzo de 2012

The Golden Compass

Uno de mis principales proveedores de libros es mi amigo Vlaisnut, del que ya os he hablado en alguna ocasión. Él, que bien me conoce, acostumbra a sugerirme, prestarme o regalarme libros que sabe me van a gustar o libros que sabe me van a molestar, según esté mi ánimo. Es también un amante de las ediciones especiales y curiosas, y le gusta prodigarlas siempre que puede. Yo, que no me detengo demasiado en esas mieles, aprecio como el que más un buen regalo, y si es para mi cumpleaños, mejor que mejor. Así las cosas, esta trilogía cuya reseña aquí inicio, en edición de lujo para más señas por ser el décimo aniversario de la obra, ha sido más que bien recibida.
En otro ejemplo del daño que puede hacer una traducción inadecuada, se publicó en castellano como La Materia Oscura, convirtiendo lo que el autor tomó de una frase del Paraíso Perdido de Milton (en inglés se titula His Dark Materials) en un reclamo paracientífico de la peor especie. Llevada al cine, al menos en su primera parte, en la película de 2007 La Brújula Dorada, vaya un comentario, esta vez anecdótico, para señalar que ese título, que se corresponde con el del libro del que hoy voy a hablar, es la versión americana de esta novela, ya que Philip Pullman la publicó inicialmente en Inglaterra como Northern Lights (título que se mantuvo en la versión española, Luces del Norte, y que quizá es más fiel a la obra).
No he visto aún la película, desde luego la veré cuando acabe la trilogía (los posibles spoilers me dan pánico), pero las referencias que me han llegado no le auguran nada bueno. Como ya he dicho en alguna ocasión, es difícil que la gran pantalla esté a la altura de las expectativas que crean el tándem de un buen libro y una mente que imagina. Pero volvamos a la novela.

Cojamos los referentes de la novela histórica ubicando la acción hacia finales del siglo XVIII, añadamos un poco de Revolución Industrial, algunas hipótesis contraceptuales (que hubiera pasado si...), un reinterpretación de la ingeniería, un requiebro teológico, unas cuantas pinceladas de física cuántica y un mundo de fantasía con una idea brillante. El resultado puede ser un tremendo pastiche o una obra maestra. Después de prácticamente devorar sus páginas, que te obligan a apurar hasta el último minuto de los trayectos leyendo mientras caminas (me río yo de los e-readers), no me queda sino apoyar denodadamente la moción de maestría. Tanto es así que mudaré mi intención inicial de no leer los tres libros seguidos.

Con una osadía considerable, el señor Pullman aborda algunos temas sacrosantos y, tras el correspondiente encaje de bolillos, se los devuelve al lector con esa naturalidad de la que sólo puede hacer gala la buena fantasía. En cuanto a la creación de personajes, consigue algo tan difícil como darles cuerpo a todos centrándose sólo en uno que, para más inri, es una niña. La trama, trepidante, tiene esa compleja simplicidad de las novelas de aventuras, y si tradicionalmente se ha considerado una novela juvenil es probablemente porque carece de las moralinas y excesos que parecen parte imprescindible de la nueva literatura fantástica para adultos.
Las emociones que trata, sin embargo, son permeables a todas las edades. Pocas veces se sienten en un libro la angustia de la separación y la mutilación del alma como en éste. No tan pocas el horror del hombre que se vuelve lobo para el hombre llevado por el fanatismo y la sinrazón.

Al crear el concepto de los daemon, vital para el desarrollo de la historia y que, por supuesto, no desvelaré aquí, The Golden Compass pone voz al alma humana. Algo como esto se lo he visto intentar a muchos autores con diversos grados de éxito, ya dije que la fantasía era uno de mis géneros predilectos, pero nadie que yo haya leído lo ha logrado con la absoluta claridad de Pullman.

Todos los lectores que hayan acudido a los libros en busca de otros mundos en los que refugiarse, en busca de compañeros de viaje que comprendan y se mantengan ellos mismos sin importar el tiempo que pase, en busca de personajes que nos recuerden quiénes éramos cuando les conocimos... Todos los lectores que conozcan la soledad y que hayan necesitado ese desván en el que soñar otra vida, deberían leer este libro. Porque lo que yo he encontrado en sus páginas mal cortadas y arde ya como una aurora boreal de recuerdos, es justamente lo que me hizo un día empezar a leer. 

Próximamente en este blog: The Subtle Knife, de Philip Pullman

Pasen y lean...