martes, 22 de mayo de 2012

The Hunger Games

He aquí uno de esos riesgos que no acostumbro a correr: ver la película antes de leer el libro. Especialmente en el caso de un best-seller (dícese, aunque no sólo, de aquel libro en cuya portada han añadido el sellito de "En cines el 23 de marzo!"). Pero debo reconocer que este libro en particular no había aparecido en mi radar. Así que me lancé despreocupadamente a ver otro relato de distopías y alienaciones varias, en la más pura tradición de la ochentera Perseguido (cuando el ex-gobernador de California era un austríaco sanote y sin aspiraciones políticas conocidas). Como esto no es un blog de cine sino una librería, virtual eso sí, me voy a limitar a decir que éste es uno de aquellos casos en los que la gran pantalla hace honor a la humilde página.
Aunque de humilde tenga poco. Lo primero que me gustaría destacar es lo difícil que debe ser escribir en primera persona una novela en la que la acción tiene un peso tan importante. Como ya he adelantado, The Hunger Games retrata un futuro de ésos al que no queremos ir, es decir, describe un mundo inhóspito a muchos niveles, para los cuales se necesitan a priori tantos otros personajes. Suzanne Collins, sin embargo, consigue, con la única y pragmática voz de Katnis Everdeen, hacerte sentir el verdadero horror de los elegidos para ser pasto de los leones. Y lo hace con el mismo descarnado realismo de la escena de Gladiator en la que un hombre, al ver avecinarse una muerte sangrante, se orina encima de puro miedo. Hasta el punto de que no importa que, tras el cine, no queden muchas sorpresas en la trama, porque el nudo en la boca del estómago, el terror imposible del corredor de la muerte, extienden de nuevo sus tentáculos página tras página.

Y, como a menudo pasa, el horror de lo escrito supera el de los fotogramas, porque nuestra propia imaginación, siguiendo la sabia mano de una buena autora es, al fin y al cabo, el mejor combustible para nuestros miedos. Con esto no descubro nada nuevo a los lectores empedernidos, claro, pero digamos que no puede negarse que esta novela es lo que, en el siempre-tan-descriptivo inglés, se llama un page-turner. Es extremadamente difícil dejar de leerla para hacer cosas sencillas como caminar por la calle sin que te atropelle un autobús. E insisto, perdonen los lectores las redundancias del guión, yo ya sabía cómo acababa.

En el tradicional dilema (bueno, es tradicional para mí al menos) entre la trama y los personajes, Los Juegos del Hambre (traducir esto de otra forma hubiera sido ya de juzgado de guardia), gana en todos los frentes. De lo trepidante del argumento dan fe mis párrafos anteriores, de lo imprescindible de los personajes quizá sea más difícil hacerse una idea, especialmente después de decir que la narradora es también la protagonista. Pensándolo un poco sin embargo, las personas a nuestro alrededor se nos vuelven irremplazables sólo por lo que percibimos de ellas. Y como el trabajo de una buena escritora es dotar de palabras la propia experiencia, qué mejor muestra de ello que conseguir que uno de los personajes centrales aparezca apenas en diez páginas sin dejar por ello de ocupar uno de los vértices de la historia.

Iniciando una trilogía como debe hacerse, con buena nota, cerrando su propio arco temporal y dejando la puerta ni muy abierta ni muy cerrada, esta novela hace virtualmente imposible no buscar de forma compulsiva el segundo volumen. Seguiremos informando, en breve, sin duda.

Próximamente en este blog: El libro del cementerio, de Neil Gaiman 

Pasen y lean... 

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